jueves, 1 de septiembre de 2011
El Descendimiento de Caravaggio
El Santo Entierro pintado por Caravaggio, conocido también con otros títulos como Entierro de Cristo, Preparación de Cristo muerto sobre la piedra de unción, Deposición de la cruz o Descendimiento de la cruz (en italiano conocido como Deposizione) es una de las obras maestras del citado pintor italiano. Está realizada al óleo sobre lienzo y tiene unas dimensiones de 300 centímetros de alto por 203 de ancho. Fue pintada hacia 1602-1604, aunque otros hablan de h. 1600-1604 y se conserva en la Pinacoteca Vaticana de la Ciudad del Vaticano.
Historia
Originalmente se ubicó en el altar dedicado a la Piedad de Santa Maria in Vallicella o Chiesa Nuova, una iglesia construida para los oratorianos de san Felipe Neri, y adyacente a los edificios de la orden. Actualmente en la capilla hay una copia de la pintura.
Fue un encargo de Alessandro Vittrice o Girolamo Vittrice en 1601, y se acabó dos años más tarde.
Aunque hay mucho en esta representación que resulta revolucionario para la época de Caravaggio, no queda claro que la reconstrucción altamente naturalística de un acontecimiento evangélico en esta pintura resultara antitética para los vívidamente fieles oratorianos, quienes buscaban experiencias de resurrección a través de la oración. Este cuadro fue una de las poquísimas obras producidas por Caravaggio que logró un consenso unánime, suscitando la admiración incluso de críticos contemporáneos de Caravaggio y su estilo, como Baglione y Bellori. De entre todos sus cuadros, este es sin duda el más monumental.
Pocos años después, fue copiado por Rubens; esta copia se conserva en Ottawa (Galería Nacional de Canadá).
En el verano de 2011, el Museo del Prado expondrá el original de Caravaggio, gracias a un excepcional acuerdo de préstamo con los Museos Vaticanos.
Análisis
San Juan y Nicodemo sostienen con esfuerzo el cuerpo de Cristo muerto, mientras detrás se encuentran la Virgen María, María Magdalena y María de Cleofás. Esta pintura barroca – con una cascada diagonal de plañideros y portadores del cadáver que descienden el flojo y muerto cuerpo de Cristo, y la piedra desnuda – no es un momento de transfiguración, sino de duelo. Conforme el ojo del espectador desciende de la penumbra hay, también, un descenso desde la histeria de María Cleofás a través de una emoción contenida de la Virgen cuya lamentación ocupa el puesto central hasta la muerte como el silencio emocional definitivo. Caravaggio presenta personajes abatidos, agachados, acuclillados, tumbados o al menos cabizbajos, alejándose así de los modelos estatuarios del Alto Renacimiento.
A diferencia del Jesús posterior a la crucifixión sangriento en las mórbidas representaciones de la pintura española de la época, los Cristos italianos mueren por lo general sin sangre, y se desploman en una manifestación geométricamente desafiante. Como si se quisiera enfatizar la incapacidad del Cristo muerto para sentir el dolor, una mano entre en la herida que hay en su costado.
Por lo general en pintura son importantes los rostros. Pero en el caso de Caravaggio siempre destaca hacia dónde apuntan los brazos. Hacia el cielo en la Conversión de san Pablo en el camino de Damasco, hacia Leví en La vocación de San Mateo. Aquí, el brazo caído del Dios muerto y el sudario inmaculado tocan la piedra, el brazo se ha representado con gran realismo, con las venas dilatadas y la mano en la que se ven los estigmas. La afligida María, por su parte, gesticula mirando al Cielo y abre las manos, con lo que se agudiza la tensión. En cierto sentido, eso era el mensaje de Cristo: Dios viene a la tierra, y la humanidad se reconcilia con los cielos.
Las figuras se estructuran simétricamente sobre la piedra del sepulcro, que surge diagonalmente de la profundidad del cuadro. Hay un fuerte claroscuro en esta obra, con la luz cayendo sobre rostros y manos mientras que el resto está dominado por la oscuridad.
Un trabajo parecido de Caravaggio es La muerte de la Virgen (1606), hoy en el Museo del Louvre.
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