Finis Gloriae Mundi(Fin de la gloria del mundo), de Juan Valdés Leal dentro del barroco español.
El muso de Valdel Leal, fue el propio mañana y su obsesión por la muerte. Presenta los cuerpos de un caballero y de un obispo muertos, a los que su fama y su gloria de nada les ha servido.
Valdes Leal da a su obra no solo un gran realismo sino que lo combina perfectamente con un tremendo juego simbólico. Por un lado, nos muestra la atmósfera húmeda y fétida de la tumba; en el primer término, los insectos y gusanos devoran una cabeza del obispo con todos sus atributos, una inmediatez a la carne en descomposición. En segundo plano un caballero con la cruz de Calatrava, en otro estado de descomposición . En el fondo, planean súbitamente las tinieblas; una ráfaga de luz amarillenta ilumina la cabeza de una lechuza; un ataúd y un montón de huesos, representan la fase final de la muerte. En un solo fotograma, Valdés obtiene una atmósfera terroríficamente estremecedora, haciendo paradójicamente de la muerte algo vivo.
En cuanto a la simbología en la parte superior del cuadro vemos una mano estigmatizada, la mano de Jesús, que aguanta una balanza, alusión simbólica al juicio final. En el platillo de la izquierda están representados los siete pecados capitales mediante animales simbólicos, en el de la derecha los libros de oración y las penitencias cilicio y cadena. La Muerte hace de la existencia terrenal algo efímero y sin sentido, pero al mismo tiempo libera el alma para que sea juzgada según su existencia terrenal. Ante el terror a la muerte el consuelo la esperanza de la Salvación.
La obra destaca sin duda por su tremendo realismo, en el que no falta una pincelada vibrante, un detallismo preciso en la naturaleza muerta y sobre todo un tratamiento tenebrista de la luz y del color, que recrea una atmósfera de tiniebla.
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