Este cuadro al óleo fue pintado por Zurbarán para la Cartuja de Sevilla. Esta obra pictórica se incluye dentro del barroco español.
La escena del cuadro cuenta un milagro acontecido a San Bruno y a los seis primeros monjes de la Orden. Estos comían gracias a lo que les daba San Hugo, el obispo de Grenoble. Un domingo les mandó carne, y entonces los monjes empezaron a discutir para saber si convenía comerla o no. Mientras hablaban se quedaron sumidos en un profundo sueño que iba a prolongarse durante toda la cuaresma. San Hugo había estado de viaje. Volvió el miércoles santo y fue a visitar a los cartujos. Cuando llegó se estaban despertando y pudo ver que no tenían noción del tiempo que había pasado. En el mismo momento la carne que estaba en los platos se convirtió en cenizas. Interpretaron entonces este hecho como un mensaje divino que aprobaba la abstinencia de los monjes.
En esta composición Zurbarán nos sitúa frente a una vasta naturaleza muerta y ante una valoración del color blanco, utiliza gran variedad de tonalidades blancas.
Las verticales de los cuerpos de los cartujos, de San Hugo y del paje están cortados por una mesa en forma de L, cubierta con un mantel que casi llega hasta al suelo. El paje está en el centro. El cuerpo encorvado del obispo, situado detrás de la mesa, a la derecha, y el ángulo que forma la L de la misma, evitan ese sentimiento de rigidez que podría derivarse de la propia austeridad de la composición.
Delante de cada cartujo están dispuestas las escudillas de barro que contienen la comida y unos trozos de pan. Dos jarras de barro, un tazón boca abajo y unos cuchillos abandonados, ayudan a romper una disposición que podría resultar monótona si no estuviera suavizada por el hecho de que los objetos presentan diversas distancias en relación al borde de la mesa. La composición tiene vida: son personas reales las que se plasman en el cuadro, no unos ángeles geométricos.
El cuadro presenta otro cuadro en el refectorio. Es el tema, tan barroco, del "cuadro dentro del cuadro". En él se representan dos escenas; a la izquierda la Virgen María, con el Niño Jesús en el regazo, descansa sentada en su huida a Egipto; a la derecha está la figura de San Juan Bautista, el Precursor, vestido con piel de camello.
El sentido es claro: aunque la dificultad de la penitencia que realiza el monje sea grande y dura, ha habido santos que han sabido aceptar las limitaciones y dificultades de la vida; en ellos debe inspirarse y animarse.
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